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El Peloponeso |
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Monemvasia |
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Monemvasia |
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En el brazo oriental se encuentra Monemvasia (Monemvassia), la otra gran ciudad bizantina del Peloponeso. Hay quien la ha bautizado como el “Gibraltar” griego, dada su ubicación en un peñón que se interna en el mar. También podría ser comparada con la ciudad croata de Dubrovnik, donde las casas de tejados rojos se parapetan tras una muralla medieval. Pero lo cierto es que Monemvasia tiene su propia identidad. Se encuentra emplazada sobre un promontorio que se eleva a 350 metros sobre el mar. A la ventaja estratégica que le aportaba estar situada sobre tal enclave geográfico hay que añadir el hecho de que la ciudad estuviera fuertemente fortificada. Llegó a contar con una población de unos 50.000 habitantes en su época de mayor esplendor, prosperando gracias a ser un punto de gran interés comercial entre las rutas marítimas que iban del Mar Negro a Italia, pasando por el Egeo, si bien perdió todo interés económico al abrirse el canal de Corinto.
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Contaba con unas enormes cisternas que le proporcionaban el suministro de agua necesario, pero el hecho de que estuviera construida sobre roca caliza hacía difícil el llevar a cabo labores de cultivo, con lo que la ciudad se rendía ante un asedio prolongado. Hoy en día, el único asedio que la ciudad sufre es el de los turistas, mucho más benévolo que los perpetrados en siglos anteriores. Gracias a ello, la ciudad se mantiene muy cuidada, siendo uno de los destinos favoritos escogidos por los griegos para pasar un fin de semana. Pero, en realidad, el reloj de esta mágica villa no atiende a días ni a semanas. Las horas pasarán al ritmo que marque la piedra. Y es que uno pierde la conciencia del tiempo cuando deambula por el laberinto de túneles, calles y callejones que se mezclan entre sí, formando la parte baja de la villa.
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Cada rincón nos ofrece un detalle ante el que merece la pena detenerse. Tras cada esquina hay algo nuevo que descubrir. Flanqueamos la gran puerta occidental y encontramos la casa que vio nacer a Ioannis Ritsos (1909-1990), uno de los poetas griegos más importantes de la era moderna. Y así, el empedrado de las calles seguirá siendo devorado por nuestros pasos. Unos pilares de piedra forman la escalera que asciende hasta la parte alta, la más vieja de la ciudad. Ésta se encuentra hoy prácticamente en ruinas, pero merece la pena conocer la iglesia de Agia Sofia, que se asoma desafiante sobre el acantilado. Un lugar desde el que se tienen unas magníficas vistas de Morea. Un lugar desde el que contemplamos la grandeza del mar Egeo.
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